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La más estúpida propuesta política del siglo | Por: Joaquín Ramos



Tomado de Ensartaos

Sí, sin ambages, hemos leído recientemente la que no dudamos en calificar como la más estúpida propuesta política del siglo, y decimos sólo este siglo para ser conservadores.

Ya nuestro Presidente constitucional, reelecto, Nicolás Maduro Moros, ha respondido a esa propuesta, pero con investidura de Jefe de Estado y conocedor y practicante de la diplomacia internacional, que por algo fue Canciller del Comandante Chávez por más de seis años, ha respondido de manera poco estridente.

Sin embargo, nosotros, que nunca hemos sido ni querido ser diplomáticos, lo decimos con todas sus letras: fue una propuesta sumamente estúpida, como pasaremos a explicar.

A ciencia cierta, no se sabe de quien fue la idea inicial, si vino del Norte, si fue de uno o de otro, o de algún asesor o alguna asesora; o fue un producto colectivo de concentración de estupidez, indigna de quienes se dice que asumieron la vocería.

Fue estúpido ignorar que se plantea repetir una elección, si y sólo si lo que se impugna es el proceso eleccionario y se demuestra que dicho proceso fue inválido, irregular o manipulado.

Fue estúpido obviar que todos los participantes en las elecciones presidenciales de julio 2024 en Venezuela aprobaron el proceso eleccionario, y que ninguno lo objetó, ya que incluso el candidato que objeta el resultado publicado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) se proclama ganador, ergo, aprueba el proceso de elección. Tanto es así que su tutora política también rechazó la estupidez de una pretendida repetición de las elecciones.

Fue estúpido plantear que la pretendida repetición de las elecciones en Venezuela fuera con un árbitro supranacional, y que Venezuela renunciara caprichosamente a su soberanía tan duramente conquistada a sangre y fuego; tal vez porque en otros países no tuvieron que hacer la guerra para ser soberanos, o tuvimos que ir los venezolanos a liberarlos porque allá no querían ser independientes.

Fue estúpido pretender que ante un caprichoso reclamo sobre el resultado electoral, emitido sin presentar prueba válida alguna se deba repetir la elección; en lugar de realizar el debido proceso de verificación o de recurrencia a la instancia judicial. Tal estupidez crearía el peligroso precedente de que cada vez que alguien pierda cualquier contienda, pida repetirla, tal vez varias veces hasta que gane, si fuere el caso; pero vendría el reclamo de los contrarios y sería materia sin fin, una estupidez total.

Fue estúpido alegar que Nicolás Maduro Moros también se declaraba ganador; cuando fue el árbitro electoral constitucional el que dio el veredicto, no Maduro Moros.

Fue estúpido alegar que el CNE no publicó los resultados detallados ni las actas de votación; ignorando que el CNE tiene legalmente hasta 30 días (días calendario, según la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos) para publicar los datos desagregados por cada mesa; y no tiene obligación legal de publicar las actas, toda vez que cada candidato participante tiene copias auténticas de dichas actas y les toca presentarlas ante una eventual impugnación en sede judicial sobre los resultados parciales o totales.

Fue estúpido ignorar que ya estaba iniciado un proceso judicial ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para, entre otras actuaciones judiciales, la revisión y verificación de la totalidad de las actas, tanto las presentadas por el CNE, como las evacuadas por los candidatos y organizaciones con fines políticos participantes en la elección.

Fue estúpido ignorar las pruebas públicas, notorias y comunicacionales del brutal sabotaje electrónico a que ha sido sometida la plataforma tecnológica de publicación del CNE, que le ha impedido la difusión extensa de los resultados desagregados; lo que no ha impedido que dichos resultados le hayan sido entregados al TSJ y a sus peritos para la debida auditoría judicial, con participación de veedores y representante de los organismos con fines políticos; sin desmedro de las propias auditorias que, en su momento, le toca desarrollar al propio órgano electoral.

Fue estúpido invocar pactos partidistas de otros países o del pasado político venezolano, para pretender su reedición en la Venezuela de hoy, regida por al Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 (CRBV), que garantiza la democracia directa, participativa y protagónica; y que fue aprobada por todo el pueblo en un referendo nacional.

Fue estúpido ignorar que los pactos de élites oligárquicas son meros acuerdos para el reparto de territorios, cargos y privilegios entre grupos de una misma clase e intereses, que tan sólo buscan dirimir las cuotas de poder entre sí; que no es el caso de la Venezuela actual.

Fue estúpido ignorar que un pacto partidista que alguna vez existió en la Venezuela del siglo XX, fue impuesto a los partidos de la Derecha venezolana por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, y el mismo fue posible porque los partidos firmantes eran todos básicamente de la misma tendencia política afín a los intereses del gobierno estadounidense.

Fue estúpido ignorar que un pretendido pacto político no puede soslayar la voluntad popular, salvo que sea impuesto en una dictadura que ignore la CRBV, ya que no podría imponer el supuesto mandato de uno u otro bando, con prescindencia de los resultados de las elecciones a las que obliga la CRBV.

Fue estúpido imaginar siquiera un imposible gobierno de «coalición», de cohabitación, de gobierno compartido, o como se le quiera suponer, en la Venezuela actual; como fue estúpido obviar que las coaliciones de gobierno sólo son posibles entre agrupaciones políticas con un razonable grado de coincidencia ideológica, puntos mínimos de programa compartidos y, sobre, todo con una visión semejante de la actuación política.

Fue estúpido concebir la aberración imposible de una gobierno compartido entre el gobierno actual y una ultraderecha fascista que pregona no sólo la destrucción institucional de todo lo concebido por los gobiernos a partir del año 1999 y la derogación de la CRBV, sino también el exterminio literal del chavismo y de sus líderes políticos; lo que ya hicieron desde el Poder en breves 47 horas durante la dictadura de Pedro Carmona y han seguido intentando en diversas actuaciones armadas y violencia callejera.

Fue estúpido tan siquiera suponer la más mínima viabilidad de un irrealizable cogobierno entre dos visiones totalmente contrapuestas; eso sin tomar en cuenta que existen otros grupos opositores que, al menos en lo formal, mantienen posiciones divergentes de las de la ultraderecha fascista.

Fue estúpido ignorar que un pretendido cogobierno no podría funcionar en la Venezuela actual; por ejemplo, el chavismo mantiene la prestación de salud y la educación pública gratuitas; la ultraderecha públicamente defiende la privatización de la salud y de la educación; entonces, ¿se privatizarían sólo la mitad de los hospitales y centros de educación; o serían públicos y gratuitos un año, y privados y de pago al año siguiente; o se cobraría «a mitad de precio»? Como se vea, fue una estupidez.

Concluiremos con la conocida frase de Juan Domingo Perón: «en política, se regresa del fracaso; pero no se regresa del ridículo».

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